Paseando por la parte oscura del bosque, la hormiga y la ardilla llegaron a una casa desmoronada.
La hormiga se subió al lomo de la ardilla, y miró adentro a través de la ventana rota.
–¿Qué ves? –preguntó la ardilla.
–Todo polvo –dijo la hormiga–. Todo cubierto de polvo.
–Seguro que hace tiempo no ha vivido nadie aquí –opinó la ardilla.
–Vamos a entrar –dijo la hormiga y saltó al suelo.
Empujo hacia abajo el picaporte de la puerta principal, y pasó por el umbral.
Adentro todo estaba oscuro, viejo y abandonado. La ardilla siguió a la hormiga con pasos firmes y pestañeó.
–¿Quién habrá vivido aquí? –preguntó.
–Quieto –dijo la hormiga.
Miraron a su alrededor y se acostumbraron a la oscuridad. La hormiga cogió un libro que se encontraba en la mesa en la mano, y quitó el polvo soplando.
–Mira –dijo.
La ardilla miró y leyó: libro del olvido.
–¿Qué libro es ese? –preguntó.
La hormiga abrió el libro. En la primera página había un índice. Los capítulos se llamaban: Desaprender, Desamparar, Declinar, Dejar, Decaer, Decrecer, Decolorar y Desaperecer.
–Desaparecer –murmuró la ardilla–. ¡muéstramelo!
Cogió el libro y lo abrió por la última página. Pareció como si esa página fuera la más leída del libro.
La ardilla leyó: –... y al fin y al cabo todo será...
La página estaba rasgada, como si hubiera sido doblada con mucha prisa. La hormiga dijo: –¡no sigas leyendo! –, y tiró el libro de las manos de la ardilla, lo cerró, y lo puso en el suelo en un rincón lleno de polvo.
Las vigas crujieron y la ventana medio abierta golpeó un instante.
–Es el viento –dijo la ardilla.
–No –dijo la hormiga. Afuera no había viento.
–¿Quién habrá vivido aquí? –preguntó la ardilla.
–Yo pienso –dijo la hormiga–, que aquí nunca ha vivido nadie.
La ardilla puso cara muy seria, y siguió a la hormiga hacia fuera.
Entraron en el bosque.
–No miras hacia atrás –dijo la hormiga.
La ardilla miró hacia atrás y vió que la casa había desaparecido. Había un rosal en flor. Una nube pequeña y oscura se colocó en los pensamientos de la ardilla, y se quedó allí persistente.
–Seguro que hace tiempo no ha vivido nadie aquí –opinó la ardilla.
–Vamos a entrar –dijo la hormiga y saltó al suelo.
Empujo hacia abajo el picaporte de la puerta principal, y pasó por el umbral.
Adentro todo estaba oscuro, viejo y abandonado. La ardilla siguió a la hormiga con pasos firmes y pestañeó.
–¿Quién habrá vivido aquí? –preguntó.
–Quieto –dijo la hormiga.
Miraron a su alrededor y se acostumbraron a la oscuridad. La hormiga cogió un libro que se encontraba en la mesa en la mano, y quitó el polvo soplando.
–Mira –dijo.
La ardilla miró y leyó: libro del olvido.
–¿Qué libro es ese? –preguntó.
La hormiga abrió el libro. En la primera página había un índice. Los capítulos se llamaban: Desaprender, Desamparar, Declinar, Dejar, Decaer, Decrecer, Decolorar y Desaperecer.
–Desaparecer –murmuró la ardilla–. ¡muéstramelo!
Cogió el libro y lo abrió por la última página. Pareció como si esa página fuera la más leída del libro.
La ardilla leyó: –... y al fin y al cabo todo será...
La página estaba rasgada, como si hubiera sido doblada con mucha prisa. La hormiga dijo: –¡no sigas leyendo! –, y tiró el libro de las manos de la ardilla, lo cerró, y lo puso en el suelo en un rincón lleno de polvo.
Las vigas crujieron y la ventana medio abierta golpeó un instante.
–Es el viento –dijo la ardilla.
–No –dijo la hormiga. Afuera no había viento.
–¿Quién habrá vivido aquí? –preguntó la ardilla.
–Yo pienso –dijo la hormiga–, que aquí nunca ha vivido nadie.
La ardilla puso cara muy seria, y siguió a la hormiga hacia fuera.
Entraron en el bosque.
–No miras hacia atrás –dijo la hormiga.
La ardilla miró hacia atrás y vió que la casa había desaparecido. Había un rosal en flor. Una nube pequeña y oscura se colocó en los pensamientos de la ardilla, y se quedó allí persistente.
Una pequeña fábula del escritor Toon Tellegen
(traducción: Dieuwke van den Berg y Anita Brus)
(traducción: Dieuwke van den Berg y Anita Brus)
2 comments:
Nada de tiempo en este regreso invernal para leer tus palabras o las de los otros y detenerme en tus fotos... lo siento.
Solo mil besitos (rapidos, sin duda) para saludarte y decirte que aquella cerveza en el Saint Moritz en Bogota me hace aùn sentirte muy cerca...
Te llamare pronto!
Aniara
¡¡¡¡¡ANIARAAAA!!!!!
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