Cuando la dureza y el furor de Buenos Aires hacen sentir más la soledad busco un suburbio en el crepúspulo, y entonces, a través de un brumoso territorio de medio siglo enriquecido y desvastado por el amor y el desengaño, miro hacia aquel niño que fui en otro tiempo. Melancólicamente me recuerdo sintiendo las primeras gotas de una lluvia en la tierra reseca de mis calles sobre los techos de zinc. "Que llueva, que llueva, la vieja está en la cueva", hasta que los pájaros cantaban y corríamos descalzos, a largar los barquitos de papel.
Tiempos de las cintas de Tom Mix y de las figuritas de colores, de Tesorieri, Mutis y Bidoglio, tiempo de las calesitas a caballo, de los manises calientes en las tardes invernales, de la locomotora chiquita y su silbato.
Mundo que apenas entrevemos cuando estamos muy solos, en este caos del ruido y del cemento, ya sin lugar para los patios con glisinas y claveles, donde una chica casadera cantaba algo de un pañuelito blanco, mientras planchaba la ropa del hermano.
Cuando la dureza y el furor de Buenos Aires, hacen sentir más la soledad, salgo a caminar por esos barrios que tímidamente, con vergüenza, conservan algún minúsculo tesoro de un pasado menos duro, una maceta con malvones, alguna reja rezagada.
Pero ya Boedo no es el que cantó De Caro, ni Chiclana la calle de Esthercita, ni Puente Alsina en la vieja barriada que vio nacer al poeta callejero.
En vano buscaremos las muchachas en torno del gringo y su organito, ansiosamente mirando la cotorra, esperando de su pico la buenas suerte o el amor.
Feliz de vos, Homero Manzi, que te fuiste a tiempo, cuando aún era posible escribir esas canciones de trenzas y almacenes, cuando todavía los espíritus no estaban resecados, por la ferocidad y la violencia.
Ya no hay novias detrás de las persianas, esperando al gringo y su monito. Ya murió el último organito y el alma del suburbio se quedó sin voz.
Escribo historias y hago dibujos durante mis viajes en los países latinoamericanos, participo en exposiciones, doy clases de arte/español, me interesa traducir textos.
Soy redactora/periodista de la revista La Cadena, la única revista sobre el tango en Holanda.
De origen soy del campo pero me adapté a la ciudad. A veces bailo con bailarines profesionales.
Mi última locura es Guinea Ecuatorial. Me estoy orientando en el camino hacia una tesis sobre arte y literatura guineoecuatoriana.
6 comments:
Felicitaciones!
una lástima no haberte encontrado
Nueva oportunidad en diciembre!
¿Estas en Buenos Aires?? Woaaooo Bienn Ani. No pases mucho frio.
Anita, tu pintura me llevó a un poema de Sabato:
AL BUENOS AIRES QUE SE FUE
Cuando la dureza y el furor de Buenos Aires
hacen sentir más la soledad
busco un suburbio en el crepúspulo, y entonces,
a través de un brumoso territorio de medio siglo
enriquecido y desvastado por el amor y el desengaño,
miro hacia aquel niño que fui en otro tiempo.
Melancólicamente me recuerdo
sintiendo las primeras gotas de una lluvia
en la tierra reseca de mis calles sobre los techos de zinc.
"Que llueva, que llueva, la vieja está en la cueva",
hasta que los pájaros cantaban y corríamos descalzos,
a largar los barquitos de papel.
Tiempos de las cintas de Tom Mix y de las figuritas de colores,
de Tesorieri, Mutis y Bidoglio,
tiempo de las calesitas a caballo,
de los manises calientes en las tardes invernales,
de la locomotora chiquita y su silbato.
Mundo que apenas entrevemos cuando estamos muy solos,
en este caos del ruido y del cemento,
ya sin lugar para los patios con glisinas y claveles,
donde una chica casadera cantaba algo de un pañuelito blanco,
mientras planchaba la ropa del hermano.
Cuando la dureza y el furor de Buenos Aires,
hacen sentir más la soledad,
salgo a caminar por esos barrios que tímidamente, con vergüenza,
conservan algún minúsculo tesoro de un pasado menos duro,
una maceta con malvones, alguna reja rezagada.
Pero ya Boedo no es el que cantó De Caro,
ni Chiclana la calle de Esthercita,
ni Puente Alsina en la vieja barriada
que vio nacer al poeta callejero.
En vano buscaremos las muchachas
en torno del gringo y su organito,
ansiosamente mirando la cotorra,
esperando de su pico la buenas suerte o el amor.
Feliz de vos, Homero Manzi, que te fuiste a tiempo,
cuando aún era posible escribir esas canciones de trenzas y almacenes,
cuando todavía los espíritus no estaban resecados,
por la ferocidad y la violencia.
Ya no hay novias detrás de las persianas,
esperando al gringo y su monito.
Ya murió el último organito
y el alma del suburbio se quedó sin voz.
Letra: Ernesto Sabato.
Música: Julio De Caro.
Qué entrañables son para mí tus dibujos, Ana.
Un abrazo
María Bernad
Zaragoza
Siempre es bueno regresar y encontrase con nuestros pasos,ESta semana estoy de anirversario y tu eres parte de ese 40 y 1.
saluditos y sigue bailando.
Post a Comment