Sunday, August 07, 2011
Un sujetador vacío
“En el puesto de Katana había un correos con un administrador nativo que un día dijo al belga que le visitaba: “Me han engañado”. Cuando el belga le preguntaba cómo, él le contó: “Pues, aquí tengo un catálogo de Au Bon Marché en Bruselas y mira esta foto (una foto de una chica guapa llevando un sujetador precioso). Lo he pedido y sabe lo que me han mandado? Un sujetador vacío.” Y le dijo después que había pensado que también iban a mandarle la chica, que el precio le resultaba poco en comparación con los gastos del dote para una mujer nativa.”
David van Reybrouck nos cuenta en su libro sobre la historia de Congo que, cuando Congo se independizó, los negros pensaban que iban a tener ‘boys’ blancos, y que todo el mundo podía elegir una mujer blanca, porque a las mujeres blancas las dividieran como los coches y otras cosas que dejaron atrás los blancos. Algunos visitaron los chalets de los blancos para pedir si podían ver su nueva propiedad, incluso la dueña de la casa.
A pesar de todo eso van Reybrouck pinta una imagen razonable. Los nativos no eran tontos, ni estúpidos, sólo les faltaba educación y experiencia para gobernar: “De repente tuvieron que jugar el juego de la democracia que nunca habían jugado. Una tarea imposible. Nadie de los nuevos líderes había vivido ni un día en una democracia. El ‘Congo Belgique’ nunca había conocido un parlamento, nunca habían tenido una cultura de una oposición institucionalizada, de deliberación, de la búsqueda al consenso, de aprender a vivir con compromisos. Todo fue decidido desde Bruselas y desacuerdos fueron disimulados para los nativos porque creían que afectaban el prestigio del colonizador.”
Dice que Congo tampoco era presa de la irracionalidad salvaje: “La miseria de los primeros cinco años de la independencia no era la consecuencia de un renacimiento barbarie o de una resurreción de algún primitivismo que hubieran oprimido durante los años coloniales. El caos era más el resultado de una lógica y menos de algo irrazonable, o mejor dicho: era una confrontación de las distintas lógicas. El presidente, el primer ministro, el ejército, los rebeldes, los belgas, el ONU, los rusos, los americanos: todos manejaban lógicas que eran comprendibles y consistentes de puertas adentro, pero que muchas veces resultaban ser irreconciables entre sí. Como en el teatro la tragedia de la historia no era un asunto de los razonables en contra de los irrazonables, de los buenos en contra de los malos, sino de personas que se juntaron mientras cada persona se pensaba buena y razonable. Los idealistas se opusieron a otros idealistas, pero cada idealismo demasiado fanático lleva a ceguera, ceguera de los buenos.”
Me parece una buena lección que todavía vale hoy en día.
Anita Brus
2 de agosto de 2011
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