Sunday, August 07, 2011

Sipopo Gbadolite


Desde una distancia y leyendo sobre Congo, veo Guinea Ecuatorial cada vez más como un país que muestra cierto patrón, un patrón repetido en más países africanos. No es tan raro que los líderes africanos se buscan en cumbres como el cumbre de junio, en Malabo. Ni es muy raro que para un cumbre así el jefe del estado hizo construir Sipopo. Cada presidente su propio Sipopo, o Gbadolite en el caso de Mobuto en sus últimos años como presidente de Zaïre, Congo. Seguimos otra vez a Mobuto como lo describe David van Reybrouck:

“Mobuto se hizo un hombre solitario, y cada día más melancólico. Parecío haber caido presa de un anhelo por excesos que marcan a los que ya no se dejan sorprender por la vida. En Europa compró montones de bienes de lujo; tenía unos doce castillos, residencias en los barrios de lujo en Bruselas y en otros lugares belgas. Tenía un apartamento de lujo de ocho cientos metros cuadrados en la Avenue Foch en París, un castillo en Savigny cerca de Lausanne, un palacio en Venecia, un chalet exhuberante en la Riviera francesa, un dominio con caballos de montar en el Algarve en Portugal, como una serie de hoteles en África Occidental y Sudáfrica, y un yate de lujo [suena familiar] en el río Congo. Pero lo más apabullante de todas sus casas fue sin duda Gbadolite. En su región natal dejo construir una ciudad en plena selva que tenía sus propios bancos, correos, un hospital bien equipado, un hotel muy moderno y una pista en la que podía aterrizar el Concorde. También construyeron una catedral con una cripta que tenía que funcionar como sepulcro de la familia, y un pueblo chino con pagodas y chinos importados. Y, la joya de todo eso fue su palacio de quince mil metros cuadrados. Tenía puertas de madera de caoba con una altura de siete metros, decorados con malaquita. Los paredes fueron cubiertos con marmol y seda. Había lucernas cristales, espejos venecianos, muebles estilo impero, y nunca fue suficiente. Había jacuzis, cuartos para masajes, una piscina y una peluquería. La señora Mobutu tenía una guardarropa de cincuenta metros de larga donde guardaba su ‘haute couture’ extenso de unos miles de creaciones. Los ninos tenían una discoteca y había un refugio antiatómico para toda la familia [etc. etc. etc.]”

Y, con referencia al BLING BLING; Mobuto dejo contruir una presa enorme, llamada ‘Inga II’, en el río Congo y muchos objetos de prestigo más:

“Todos esos objetos de prestigio tenían las mismas características; fueron construidos por empresas extranjeras, tenían las últimas novedades, y fueron entregados listos, pero nunca funcionaron bien. Las empresas francesas, italianas, americanas salieron en seguida después del pago, y por eso todo el ‘hightech’ mudaba de manos a los que no sabían cómo funcionaba y que nunca habían tenido la oportunidad para aprenderlo. La presa Inga II costó 478 millones de dolares, pero Zaïre (Congo) siguió siendo un país de cortes de electricidad.”

Y todo eso ya fue en los años sesenta, setenta, ochenta y noventa.

Anita Brus
7 de agosto de 2011

Un sujetador vacío


“En el puesto de Katana había un correos con un administrador nativo que un día dijo al belga que le visitaba: “Me han engañado”. Cuando el belga le preguntaba cómo, él le contó: “Pues, aquí tengo un catálogo de Au Bon Marché en Bruselas y mira esta foto (una foto de una chica guapa llevando un sujetador precioso). Lo he pedido y sabe lo que me han mandado? Un sujetador vacío.” Y le dijo después que había pensado que también iban a mandarle la chica, que el precio le resultaba poco en comparación con los gastos del dote para una mujer nativa.”

David van Reybrouck nos cuenta en su libro sobre la historia de Congo que, cuando Congo se independizó, los negros pensaban que iban a tener ‘boys’ blancos, y que todo el mundo podía elegir una mujer blanca, porque a las mujeres blancas las dividieran como los coches y otras cosas que dejaron atrás los blancos. Algunos visitaron los chalets de los blancos para pedir si podían ver su nueva propiedad, incluso la dueña de la casa.

A pesar de todo eso van Reybrouck pinta una imagen razonable. Los nativos no eran tontos, ni estúpidos, sólo les faltaba educación y experiencia para gobernar: “De repente tuvieron que jugar el juego de la democracia que nunca habían jugado. Una tarea imposible. Nadie de los nuevos líderes había vivido ni un día en una democracia. El ‘Congo Belgique’ nunca había conocido un parlamento, nunca habían tenido una cultura de una oposición institucionalizada, de deliberación, de la búsqueda al consenso, de aprender a vivir con compromisos. Todo fue decidido desde Bruselas y desacuerdos fueron disimulados para los nativos porque creían que afectaban el prestigio del colonizador.”

Dice que Congo tampoco era presa de la irracionalidad salvaje: “La miseria de los primeros cinco años de la independencia no era la consecuencia de un renacimiento barbarie o de una resurreción de algún primitivismo que hubieran oprimido durante los años coloniales. El caos era más el resultado de una lógica y menos de algo irrazonable, o mejor dicho: era una confrontación de las distintas lógicas. El presidente, el primer ministro, el ejército, los rebeldes, los belgas, el ONU, los rusos, los americanos: todos manejaban lógicas que eran comprendibles y consistentes de puertas adentro, pero que muchas veces resultaban ser irreconciables entre sí. Como en el teatro la tragedia de la historia no era un asunto de los razonables en contra de los irrazonables, de los buenos en contra de los malos, sino de personas que se juntaron mientras cada persona se pensaba buena y razonable. Los idealistas se opusieron a otros idealistas, pero cada idealismo demasiado fanático lleva a ceguera, ceguera de los buenos.”

Me parece una buena lección que todavía vale hoy en día.

Anita Brus
2 de agosto de 2011